lunes, 20 de octubre de 2014

Jeremías Gamboa: "La literatura existe tras las rejas de los penales"

Jeremías Gamboa comparte su experiencia literaria con los internos del E.P. Miguel Castro.

Una intensa mañana, plena de literatura, libros y lecturas, se vivió el 07 de octubre en la biblioteca "Padre Hubert Lanssiers" del E.P. Miguel Castro Castro. El invitado a compartir sus lecturas con los internos fue Jeremías Gamboa, joven escritor peruano que viene destacando en el mundo literario por su novela "Contarlo todo" y por su libro de cuentos "Punto de fuga".

Jeremías contó cómo y desde cuándo surgió su vocación de escritor, sus primeras lecturas, sus primeros trabajos como periodista. Luego compartió con los internos la lectura de tres de sus cuentos: "Edificio de la calle Los Pinos", La conquista del mundo" y "Tierra prometida".

Se estableció un diálogo muy entretenido y enriquecedor con los internos, muchos de los cuales se dedican muy seriamente al trabajo literario. Lo escucharon con mucha atención, tomaron notas, hicieron preguntas, compartieron experiencias. El entusiasmo de Jeremías por la literatura se contagia.

A continuación, transcribimos el artículo que Jeremías publicó el domingo 12 de octubre en la sección "Luces" de "El Comercio", a propósito de su visita al penal Miguel Castro Castro.

SUEÑOS DE LIBERTAD

Hay un momento de veras conmovedor en “La ley de la ferocidad”, la novela lapidaria del escritor Pablo Ramos. En él, Gabriel Reyes, el protagonista, un tipo fraguado en la calle y en el rencor, narra la manera en que descubrió el poder de la literatura en una cárcel argentina. Un preso le regaló un libro y en uno de sus diálogos el nuevo lector encontró esta frase “un día construido, como una estrella”. Le molestó. Con la ayuda de una Gillette, eliminó la coma de la superficie de la página y la dejó así: “Un día construido como una estrella”. “Fue la primera vez que escribí algo en la vida”, escribe Reyes. “Y aunque no hubiera sabido explicar por qué, sentí que tenía, desde ese momento, una justificación verdadera. Sé, y eso es lo que intento decir, que desde ese día el suicidio dejó de estar cerca de mí. Y mi libro pasó a ser un ejemplar único y de un valor incalculable”.

He recordado la anécdota esta mañana de primavera en la biblioteca Hubert Lanssiers del pabellón 4A del penal Miguel Castro Castro ante un grupo entusiasta de reclusos. He venido a reunirme con ellos como parte del programa conjunto que el Inpe y la Biblioteca Nacional del Perú han implementado en todos los centros penitenciarios para fomentar la lectura entre los presos. Me han preguntado sobre la importancia de la literatura en sus vidas y les he dicho que no existe una herramienta mejor para activar la imaginación como respuesta al confinamiento y para preservar un sentido real de la humanidad. 

Leer cuentos y novelas nos permite colocarnos en el lugar de “otro”, ver el mundo desde un espacio que no es estrictamente nuestro y a la vez nos mantiene en contacto con ese barro incierto –el de los instintos y los miedos– del que estamos hechos. Es lo que ocurre en “El beso de la mujer araña”, la espléndida novela de Manuel Puig en la que dos hombres completamente diferentes –un extremista ideologizado y un gay soñador– enfrentan el encierro penitenciario contándose historias de películas que finalmente los vincula a su sentimentalidad. Salen de la cárcel real para entregarse a la libertad de estar en ellos mismos.

La literatura existe tras las rejas de los penales y de qué forma. Los presos que me rodean leen y escriben, me muestran sus textos, han hecho que las novelas de Dostoievski o “El sexto” de José María Arguedas se vuelvan verdaderos hits. Recuerdan con nitidez las visitas de escritores como Daniel Alarcón y Santiago Roncagliolo. Exudan un entusiasmo tan intenso por la lectura y por quienes la crean que esta tarde, por hablar de libros y de escritura, se han olvidado de la paila y se han quedado sin almorzar. No voy a olvidar con facilidad esta mañana. La confesión emocionada de Jhon Tristán, un recluso que había leído por primera vez en su vida un relato de principio a fin y que había descubierto un lector dentro de él. “Mira donde lo vine a descubrir”, me dice mientras me acompaña a las puertas del penal, antes de despedirnos. Como Ramos, pienso. La luz de la literatura puede aparecer en los lugares que menos esperamos.

Los internos escucharon con mucha atención la charla de Jeremías.


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